11/02/2016 | #NuestraHistoria

Expedición a las Islas Orcadas

Agroindustria tuvo un papel vital en los primeros viajes científicos a la Antártida e Islas del Atlántico Sur. En 1904 una exploración ideado por el naturalista William Speirs Bruce con apoyo del entonces Ministerio de Agricultura de la Nación envió a un grupo de trabajadores de la institución a las Islas Orcadas y logró poner una piedra fundante en nuestra soberanía sobre la zona.
Los primeros años de la vida de Bruce se parecieron bastante a un capítulo de Moby Dick, el libro de Melville que retrató como nadie los mares del sur y la búsqueda del oro blanco que llevaban en el interior las ballenas. Fue sobre un barco ballenero que comenzó sus primeras investigaciones, donde conoció el frio que corta la cara, los vientos cruzados que ponen en peligro de escorar al barco y la prueba de estar meses fuera de la ciudad de origen.

Pero la historia indica que al entonces joven estudiante de medicina en la Universidad de Edimburgo no lo amedrentó ni el frio, ni la lejanía y aún menos la rudeza de oscos tripulantes acostumbrados a rebanar lonjas sangrantes de cachalotes sobre la cubierta de un barco con tres mástiles.

Los primeros viajes del inexperto Bruce fueron infructuosos pero eso no lo desalentó. Al contrario, abandonó sus estudios de medicina en Escocia para convertirse en naturalista. Y para eso necesitaba dinero que financie su cruzada. Por suerte para nuestro protagonista, el siglo XIX fue la época en que el positivismo científico hacía creer que el futuro era del conocimiento aplicado a la naturaleza. Y para atraer ese horizonte próspero había que salir a recorrer los rincones del mundo que todavía eran vírgenes de la manufactura humana. Páramos que podían ocultar tesoros naturales y secretos sobre el funcionamiento de un mundo por domar.




Las noticias viajaban lentas hace casi dos siglos pero Bruce,  que ya se había hecho un nombre cuando comenzaba a vislumbrarse el siglo XX, sabía de la existencia y casi inexploradas islas Orcadas del Sur. El archipiélago situado a 1500 kms al sudeste de  la actual ciudad de Ushuaia fue divisado por primera vez por Nathaniel Palmer y George Powell en 1821. El primero era norteamericano y el segundo inglés y ambos buscaban oro blanco, aunque en este caso de focas, otra empresa de gran porte en la época. Aun se pueden encontrar en las localidades costeras de la Patagonia grandes calderas de hierro, utilizadas para procesar la grasa de estos mamíferos destinada a la fabricación de productos cosméticos.  

Dos años más tarde, cuando el famoso explorador y foquero James Weddell desembarcó en el archipiélago, la cantidad de especímenes  de estos animales había descendido tanto que ya no tenía sentido intentar comenzar con la caza.

Sin embargo, para Bruce, un hombre de ciencia, el polo sur seguía siendo igual de intrigante. Y en 1903 inició su nuevo derrotero por los mares helados a bordo del Scotia, un barco ballenero reacondicionado para convertirse en un buque científico.

Debió invernar en la Isla Laurie (al sur de las Orcadas) y el barco quedó a merced del hielo. En el tiempo que estuvieron en Laurie se construyó una casilla de madera (Omond House), que hizo las veces de refugio y estación meteorológica. Una vez pasado el invierno, el barco recaló en Malvinas para reaprovisionarse. Pero las autoridades inglesas no expresaron interés en la expedición y siguieron rumbo a la templada Buenos Aires. 


Fue en un edificio estilo Tudor similar a los que el naturalista se cruzaba en Londres donde logró ser escuchado: el Ministerio de Agricultura de la Nación, al mando entonces de Wenceslao Escalante y bajo la presidencia de Julio Argentino Roca.
Y era lógico que así fuese. En épocas donde producción y conocimiento científico eran casi sinónimos, Agricultura contaba incluso con una Oficina de Zoología. 

Para continuar los estudios, Bruce ofreció en venta las instalaciones al gobierno argentino y se dirigió al Jefe de la oficina Meteorológica dependiente del Ministerio de Agricultura, Walterio Davis. En el traspaso se incluía la instalación de Omond House, el depósito de instrumental y los aparatos de observación, todo por la suma de cinco mil pesos moneda nacional.
Bruce pone como condición que la venta no se hiciera pública y figurase como donación hecha por él a nuestro gobierno en retribución por la cooperación que le prestara la Armada durante su viaje a Buenos Aires ¿La ciencia podía más que la política? Para un hombre que quedó en los anales internacionales del naturalismo, seguramente.

Davis se entrevistó con el subsecretario del Ministerio de Agricultura Dr. Carlos Ibarguren, quien relataría más tarde:
"En cuanto me enteré de la propuesta del señor Bruce percibí la importancia que tendría para la Argentina, no solo el interés científico, sino también político, práctico, el establecimiento permanente de una instalación oficial del gobierno en lo que entonces se llamaban , hoy Antártida; era un primer paso; tornaríamos así en efectiva la posición de lo que era y es parte integrante de nuestro país"

Ibarguren, a la vez, informó al ministro Escalante, quien, con el mismo entusiasmo y rapidez, encargó la redacción del decreto. El presidente Roca, firmó el documento el 2 de enero de 1904, aceptando el ofrecimiento de las instalaciones y dispuso enviar una comisión, en el Scotia, a recibirlas. En el decreto se establecía también un nuevo observatorio meteorológico y magnético y determina que todo el personal estará a cargo del Ministerio de Agricultura.

En la negociación prestó su conformidad el gobierno británico, representado por el embajador en Buenos Aires.


Arribados a las islas, el 22 de febrero de 1904 se enarbola el pabellón nacional, y en el futuro, se tomará esta fecha como el día de conmemoración de la Antártida Argentina y de la Ocupación Permanente de la Antártida Argentina, que durante 40 años sería el único ocupante permanente en todo este territorio.


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